sábado, 18 de julio de 2015

Mérida - Páramo Los Conejos - Edo. Mérida / Venezuela : Conoce El Páramo Los Conejos en La Sierra de La Culata

PÁRAMO LOS CONEJOS


Amanece en Ejido, una de las ciudades del área metropolitana de Mérida. Nos disponemos a adentrarnos en las montañas del Parque Nacional Sierra de La Culata por el Sector de Manzano Alto vía a Jají. Nos separan 8 horas de ascenso hasta el destino: El caserío atómico y disperso La Cañada, Aldea o Valle de Las Gonzalez, también conocido como el Pueblo del Páramo de los Conejos ubicado a mas de 3400 msnm. Uno de los Páramos donde se alberga nuestro Oso Frontino.

El páramo
Vista del páramo Los conejos.

Dos astros se encuentran en disputa. El sol corretea a la “luna azul”. Espectáculo inédito. Excelente presagio del porvenir. Álvaro es el guía, su hija Yusbely su atenta asistente, y “La Negra” se encarga de la carpa y provisiones; es nuestra yegua. A lo muy lejos se divisa el Pico Campanario (Casa de Piedras), relieve en nuestro camino.

Luna Azul.
"La Negra" y Alvaro.
Pico Campanario.

El ascenso es sostenido. Se requiere tracción. Todo el camino es de piedras sueltas. Es un “camino real”. Todavía se observa empedrado que data de La Colonia. La primera parada nos nutre de arepas de trigo con jamón y queso. La Negra recibió lo suyo, y hasta mordió mis dedos. El sendero es boscoso y sombreado. Llegamos a una capillita aislada en el acueducto de Las Canalejas donde se celebra con devoción y miche a San Benito. Tocamos la campana para la buena vibra. Las canales conducen el agua a los pueblos cerro abajo. Se conserva la hojalata original, la cual fue sustituida por el concreto. Los alevines y juveniles de truchas nadan contra corriente. La tierra escarbada denota las lombrices que se fueron de pesca.

Amor Equino.

De frente a nuestras espaldas se encuentran Los Pueblos del Sur. Parecen guindados a las empinadas pendientes. Me fijo por insistencia de Álvaro en San Rafael de Acequias. Las parrandas populares tienen fama. Allí estaremos. Pasamos por la Piedra del Deseo, y siguiendo la costumbre deje mi piedrita anclada. No es difícil adivinar mi deseo… de volver. El cansancio es mitigado por almendras, dátiles, higos, caramelos de café, jengibre y terrones de panela. La Negra soltó un casco y nosotros el resto.

Páramo Los Conejos.

Los colores aparecen en los musgos y líquenes: naranjas, rojos, negros, y verde manzana. Hasta las piedras reflejan la belleza del oxido en decadencia. A lo lejos, refugios solitarios que permanecen abandonados a la espera de los “vaqueros” cuando la montaña se convierte en potrero. Ya estamos sobre los tres mil metros. Nos lo anuncian los frailejones. Se acerca la tarde y la neblina es bufanda de montañas. Nos aproximamos al Páramo de Los Conejos. Llegamos a la Aldea Las Gonzalez. Nos recibe un perro amistoso y la naciente del río Las Gonzalez, que parte el valle en dos. Pernoctaremos en el cobertizo de la Casa de Agustín, entre olores de bestia; incluyéndonos; de alimento para truchas e imágenes religiosas “maceradas”. El piso es duro y frío, pero así es la “antesala del cielo”. La cocina y su reverbero se encuentran a un lado, con paredes pintadas de tizne y minúsculas ventanas multicolores hechas con los fondos de las botellas. El frio arriba. Al anochecer estamos en 5 grados y amanece cerca de cero. El frio despeja la noche. Ni las nubes se pasean. El cielo es dominado por La Luna Llena, estrellas titilantes y luciérnagas que le hacen un coro de luces.
En la Aldea Las Gónzalez.

Cobertizo de una casa Típica.

Amanece con chocolate caliente. Ya las yeguas están listas para llevarnos en poco mas de dos horas al sistema de lagunas. Nos acompaña Raúl, nativo del caserío e hijo de Agustín, quien nació aun mas allá… en La Loma de Los Ángeles.
En esta oportunidad visitaremos Cuatro Brazos, y Albarreguitas. Muy próxima a donde nace el Rio Albarregas, uno de los frescos encantos de la ciudad de Mérida. El recorrido requiere algo de equilibrio y buenas posaderas. El páramo es amplio y generoso en panorámicas. Hasta pasamos por la entrada de unas cuevas inesperadas: Cueva de Los Indios. Averiguamos que se pueden recorrer hasta 400 metros y más en la profundidad de la montaña. Están en la lista de pendientes. Llegamos a un valle a casi 4000 msnm. Mientras Álvaro se va de pesca, Raúl se encarga de recoger la leña. Yo camino por la orilla y me “bautizó” hasta el cuello y manos. El resto está arropado. La comunión llegó… en forma de hervido. Todo sabe delicioso, impregnado del humo paramero. Se nos hizo tarde pero bien valió la pena. Apuramos el paso de las yeguas, quienes nos maltratan por hora y media. Levantamos el campamento y a las 4 de la tarde iniciamos el descenso a pie, con el morral a cuestas, pero ligeros de equipaje. La Negra no nos acompañará. Se marchó a amamantar a su cría. La lluvia nos hace el camino aun más deslizante. Las linternas mitigan la penumbra, las rodillas reclaman descanso, pero seguimos avanzando. Son las 11 de la noche cuando finalmente nos recibe el asfalto de la vía que conduce a Jají.
Páramo Los Conejos, Edo. Mérida.



En pocas horas estaré regresando, lleno de Buena Vibra y decidido a volver a estos paisajes de origen glaciar, con pilas bautismales en forma de lagunas y frailejones que ascienden al cielo.

Relato y fotos de : Gerardo Antoni 

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